Nos encontramos en un momento donde los avances de las TIC exigen una profunda reflexión humanística, ya que la
inmediatez de la información, la ingente cantidad de datos con que tenemos contacto, así como la corta prevalencia de estos, hacen que estemos en un momento donde las redes sociales se ubiquen en
la centralidad de nuestras sociedades contemporáneas.
El escenario contemporáneo hipermediatizado e infoxicado (sobrecargado de información), pareciera contribuir a que
muchos vayamos perdiendo el horizonte en torno a los potenciales impactos positivos que pudiesen traer consigo los avances tecnológicos actuales. Todo ello en detrimento de un entorno donde lo
importante pareciera ser el dato puro (sin análisis), la capacidad de viralizar contenidos (sin importarnos la veracidad de estos) y sobre todo, convertirnos en influenciadores sin más de una
masa de individuos que ven el mundo desde sus círculos de amigos, redes y espacios digitales afectos ideológicamente. En otras palabras, nos ubicamos en un contexto donde las humanidades y la
capacidad de convertirnos en ciudadanos digitales parecieran perder terreno ante la predominancia de simples conceptos centrados en el consumo, el mercado y la búsqueda de beneficio político o
económico.
Los potenciales beneficios que pueden traer consigo las redes sociales, en la actualidad, parecen eclipsarse ante
el delicado momento que viven nuestras sociedades. Los políticos parecieran estar pendientes de sacar máximo provecho de las redes sociales para garantizar su máxima visibilidad; donde gobiernos
foráneos influyen en procesos electorales de países extranjeros; donde se aduce a la seguridad nacional, al momento de hacer uso de internet para violar la privacidad de las personas; y donde la
capacidad de influencia de determinados países o grupos empresariales terminan impidiendo que temas de especial interés social, económicos o políticos, se pierdan en el tsunami de contenidos que
nos colapsan a diario.
Vivimos en un mundo, donde la necesidad de formar ciudadanos a nivel digital resulta clave para adquirir la
resiliencia requerida para reducir los riesgos que estamos viviendo, alrededor de la pérdida de libertades, entre otros aspectos. Algo que nos está pasando, bajo el manto de una expansión
hipermedial, donde las generaciones actuales (llamados millennials) tienen una alta capacidad de producción de contenidos que no terminan apuntando a contribuir a la resolución de los diferentes
problemas sociales que siguen estando presentes; tales como el fomento de la democracia y la justicia social, así como la reducción de las desigualdades sociales, entre otros aspectos. Dicho
contexto ha traído consigo el auge de nuevos populismos y movimientos extremistas que han demostrado su capacidad de hacer uso del contexto comunicativo global, para infundir miedo, prejuicios y
estereotipos contra quienes le son diferentes.
La educación termina siendo una de las herramientas que deberíamos emplear para fortalecer la gestación de
ciudadanos digitales capaces de afrontar los retos que hoy vivimos al interior de nuestras sociedades contemporáneas. Donde la alfabetización hipermedial resulta clave para reconocer los
diferentes meta-significados transmitidos desde los contenidos a los que se acceden desde las redes sociales. Todo esto, desde el pensamiento crítico que solo las humanidades aportan y un aumento
del reconocimiento de los derechos y deberes que cada uno tiene durante la acción social llevada a cabo desde los escenarios digitales actuales. Este marco de indiferencia, egoísmos y abuso de
los derechos que se están llevado a cabo desde la falsa exaltación de la libertades (expresión y acceso de información), está siendo aprovechado por los actuales movimientos neo populistas y
movimientos extremistas que han hecho uso intensivo de los escenarios digitales actuales para viralizar miedos, estigmas y estereotipos. Un contexto generado por la falta de ciudadanos capaces de
organizarse y de ejercer efectivamente los rasgos que en verdad les distinguen de la simple visión de consumidores o generadores de datos que pareciera imperar en Internet a la
fecha.
En conclusión, debemos revisar el avance tecnológico más allá de los potenciales beneficios latentes que puede
traer consigo, los cuales a mi modo de ver, trascienden los espacios empresariales. Solo lograremos esto cuando demos re-impulso al estudio de las humanidades en los currículos a nivel educativo.
Solo así el Big Data, Data Mining, viralización o cualquier otro concepto afín a los procesos que hoy soy expresados de forma extensa, tendrán una razón de ser más pertinente y orientada a tener
una sociedad mejor a la que a la fecha tenemos. Todo ello a través del análisis de los datos a los cuales hoy tenemos acceso, para la resolución de los diferentes problemas sociales que
presentamos y para evitar que nuestros hijos o personas con poca capacidad analítica sean captados por movimientos extremistas y políticos de dudosa credibilidad, quienes están haciendo uso
consciente de nuestros miedos para elevar muros (mentales y físicos) donde no debería haberlos.
Artículo publicado en Colombia Digital.
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