En ambos casos, resultado de la política represiva ejercida por quienes dicen representarles y buscan a toda costa quedarse perpetuados en el poder. Hemos sido testigos de manifestaciones contra este colectivo de inmigrantes, actos individuales y grupales de repudio y ataques violentos contra dicha población, pero también de actos de apoyo y solidaridad que no logran quitar de mi mente la necesidad de avanzar en medidas que ayude a promover un marco inclusivo e intercultural a nivel social que ayude a asumir este fenómeno de forma más efectiva y tolerante.
Pese a tener un pasado receptor de inmigrante y diverso a nivel cultural, América Latina, se encuentra en medio de un proceso completamente novedoso a nivel sociológico, ya que hasta ahora ha sido testigo lejano de éxodos motivados por crisis humanitaria generados en países vecinos. Algo que amerita acciones más allá de las orientadas al resguardo legal de los refugiados y a la apelación de la solidaridad. Necesita pensar la inclusión e interculturalidad como un referente de acción educativa a nivel social en general. Algo donde las tecnologías pudiesen tener un rol destacado, a la hora de divulgar y enseñar valores y creencias democráticas orientadas a fomentar el pluralismo en sociedades culturalmente diversas, en un mundo cada vez más interdependiente.
No basta con reconocer las diferencias culturales que tenemos con el resto de personas, sino que debemos ser capaces de fomentar el intercambio y el diálogo que nos permita aprender del otro. Allí es donde la figura del docente, a lo largo del sistema educativa, y todos los agentes sociales pertenecientes al tercer sector y actores públicos cobran una especial relevancia para garantizar el marco socio-educativo que permita la aplicación de este enfoque, desde la aplicación de estrategias orientadas a sacar provecho a la tecnología para tales fines. Sobre todo, debemos concebir los posibles contextos de aplicación de las TIC para la promoción de la educación inclusiva e intercultural, más allá de los escenarios formales de enseñanza, sino desde escenarios sociales diversos, en el que la diferencia no debe ser concebida como rara sino como un potencial recurso de valor. Sobre todo, si somos capaces de sacar provecho de la diversidad cultural, religiosa y lingüística, entre otras, que nos rodea diariamente, en los diferentes planos de acción ciudadana que ejercemos en las comunidades y espacios virtuales en los que participamos.
Existen múltiples estrategias que pueden favorecer sacar provecho de las tecnologías para los fines indicados hasta ahora este artículo:
- Impulsar actividades interactivas que ayuden a la promoción de valores sociales y cívicos, a favor del aprendizaje de diferentes culturas, prejuicios, valores y normas que están presente en nuestras sociedades.
- Promoviendo la realización de actividades formativas donde se requiera la participación de personas de diferentes culturas.
- Fomentar el reconocimiento de las diferencias que están presente en nuestras propias culturas, al provenir de orígenes culturales diversos.
- Facilitar el acceso a recursos multimedia que nos ayuden a reconocer la diversidad.
- Desarrollando acciones orientadas a capacitar a nuestros ciudadanos al reconocimiento de noticias falsas, tanto en las escuelas como fuera de estos escenarios.
Estas son algunas estrategias que pudiesen ser aplicadas por docentes pero también por una diversidad de actores sociales que, desde fundaciones, asociaciones e instituciones públicas, también tienen un rol importante a la hora de sacar provecho de la tecnología para favorecer la educación inclusiva e intercultural que tanto parece que necesitamos en estos tiempos que corren. Un marco que exige la adquisición de metodologías activas, marcos normativos y procesos de mediación que ayuden a su aplicación. Una formación que debería impulsarse desde universidades y que ya se están adelantando desde instituciones como la Universidad Internacional de la Rioja, a través del máster universitario en educación inclusiva e intercultural, el cual está dirigido a docentes y actores del tercer sector y hacedores de políticas públicas para que estos adquieran competencias que les ayude a afrontar los retos que hoy tenemos a la hora de garantizar la tolerancia y el diálogo intercultural en nuestras sociedades.
Todo ello enmarcado desde lo que la Unesco ha dado en llamar la promoción de una educación para la ciudadanía global, en la que el derecho humano, la justicia social, la diversidad, la igualdad entre sexos y la sostenibilidad deberían ser pilares fundamentales en nuestra sociedad contemporánea. Y donde no podemos quedarnos en una posición pasiva, echándoles la culpa de nuestros males a los otros, sino asumir nuestra cuota de responsabilidad a la hora de ser y ejercer nuestra ciudadanía global de forma eficaz. En un mundo que, pese a estar cada vez más interconectado, pareciera bombardearnos constantemente con mensajes orientados a exacerbar nuestras diferencias, cuando debería fomentarse el diálogo y el aprendizaje intercultural que siempre ha resultado tan importante para poder avanzar y evolucionar nuestras sociedades.
Artículo publicado en Colombia Digital.
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Luis Manteiga Pousa (domingo, 05 febrero 2023 15:43)
En las escuelas ya hace mucho tiempo que se educa contra la xenofobia y el racismo.